EL
PROBLEMA DEL ORIGEN DEL LENGUAJE DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA LINGÜÍSTICA
COGNITIVA
JORGE FERNÁNDEZ JAÉN
Universidad de
Alicante
Jorge.Fernandez@ua.es
1.
¿Cuándo apareció el lenguaje? La eterna pregunta
Probablemente no haya en el marco de las
ciencias humanas un asunto más trascendental que el de cuándo y cómo surgió la
capacidad lingüística. El lenguaje humano, y esto es algo sabido y compartido
por multitud de disciplinas que abarcan desde la filosofía hasta las
neurociencias, es sin duda el atributo más distintivo de la especie humana, su
más notoria seña de identidad, por lo que dar una respuesta al enigma de su
aparición permitiría entender multitud de aspectos decisivos sobre la
naturaleza del Homo sapiens. Lejos ya de aquel annus horribilis de
1866 en el que la prestigiosa Société de Linguistique de París prohibió a sus
miembros por vía estatutaria la publicación de trabajos que versaran sobre esta
cuestión alegando para ello que cualquier hipótesis sobre ese problema no
podría pasar nunca de una mera especulación indemostrable1 (Iacoboni, 2009:
87), la investigación científica sobre tan fundamental cuestión se halla hoy en
día en un momento especialmente productivo. Con todo, sí es de notar que la Lingüística,
por paradójico que esto pueda parecer, es la disciplina que más tarde se ha
puesto manos a la obra en el empeño de descifrar los entresijos de la
glotogonía.
En efecto, hasta hace relativamente poco,
los estudios sobre el origen del lenguaje eran desarrollados fundamentalmente
por los biólogos y los arqueólogos, mientras que los lingüistas se dedicaban a
análisis mucho más inmanentes, de sesgo marcadamente gramatical. Este hecho
ilustra perfectamente la actitud que casi siempre ha mantenido la ciencia
lingüística acerca de la naturaleza del lenguaje; para muchas escuelas (sobre
todo las de inspiración formalista) el lenguaje es un fenómeno autoevidente,
casi perfecto, consumado en su propia lógica interna y ajeno a elementos
externos. Sin embargo, con la espectacular irrupción de la Gramática Generativa
de N. Chomsky en los años 50 y 60 del siglo XX la situación cambia. Chomsky
dotará a la Lingüística de una nueva y revolucionaria orientación en la que el
lenguaje empezará a considerarse como un atributo natural (y biológico, por
tanto) de los seres humanos, codificado en su ADN y regulado por una concreta
zona del cerebro especializada en su producción y procesamiento. El lenguaje,
por todo ello, se entiende desde esta óptica que ha de ser un instinto
biológico. Las consecuencias teóricas de esta hipótesis son notables, sobre
todo si se tiene en cuenta que para Chomsky y sus seguidores el origen del
lenguaje debió de ser abrupto e inmotivado, producto de una exaltación cerebral
que vinculó aleatoriamente las zonas del
cerebro adecuadas para que el lenguaje, con su diseño actual, pudiera aparecer.
A pesar de que actualmente contamos con un
gran número de trabajos sobre el origen del lenguaje desarrollado en el ámbito
de la lingüística generativa, es necesario reconocer que los postulados de
Chomsky son, cuando menos, muy parciales a la hora de explicar cómo emergió.
Además, numerosas investigaciones, realizadas desde otros campos como la
antropología o la psicología evolutiva, indican que las cosas pudieron suceder
de un modo muy distinto del que plantea la escuela minimalista del gran
investigador norteamericano. Por tanto, existen todavía numerosas preguntas sin
responder sobre la cuestión que nos ocupa. Heine y Kuteva (2007: 2-3) plantean,
en este sentido, los siguientes interrogantes:
a. ¿Por qué
evolucionó el lenguaje y con qué propósito?
b. ¿Dónde y
cuándo se desarrolló?
c. ¿Quiénes
fueron los creadores del primer lenguaje?
d. ¿Fue su
origen monogenético o poligenético? Dicho de otro modo, ¿las lenguas modernas
derivan de un lenguaje ancestral o de más de uno?
e. ¿Estaban las
formas y estructuras propias del lenguaje primitivo motivadas o eran
arbitrarias?
f. ¿Se originó
el lenguaje como un sistema vocal o como un sistema gestual?
g. ¿Puede
relacionarse la génesis del lenguaje con el comportamiento de los animales?
h. ¿Fue la
evolución del lenguaje abrupta o gradual?
i. ¿Qué es más
antiguo, el léxico o la gramática?
j. ¿Cómo era la
estructura del lenguaje cuando apareció?
k. ¿Cómo ha
cambiado el lenguaje desde su origen hasta ahora?
l. ¿Cuánto
tiempo tardó en desarrollarse la estructura que podemos encontrar en las
lenguas modernas?
m. ¿Cómo se
desarrolló la fonología?
n. ¿Cómo
aparecieron las propiedades que creemos que son específicas de las lenguas
humanas modernas, particularmente la sintaxis y el uso recursivo de las
estructuras lingüísticas?
Todas estas preguntas aún no han recibido
una respuesta definitiva, por lo que es necesario que la ciencia del lenguaje
siga ocupándose de ellas en colaboración con otras disciplinas afines como la
biología. En lo que sigue expondremos sucintamente cuáles son las líneas de
trabajo que la última gran escuela de la lingüística internacional, la
lingüística cognitiva, está desarrollando en la actualidad en el terreno del
estudio del origen del lenguaje.
2.
Lingüística cognitiva: un nuevo paradigma
La historia es conocida. En los años 70
diversos lingüistas como R. Langacker, G. Lakoff o L. Talmy mostraron su
descontento con la gramática generativa y propusieron en diversos trabajos
inaugurales nuevas ideas acerca de la naturaleza del lenguaje. Poco después
aparecieron varios libros en los que cristalizaban esas ideas y adquirían la
categoría de modelo teórico plenamente constituido. Así, en 1980 apareció un
trabajo ya clásico de Lakoff y Johnson en el que se propone la teoría cognitiva
de la metáfora, una de las propuestas más fecundas de la Lingüística de los
últimos años. En 1985 Fauconnier presentó la primera versión de la Teoría de
los Espacios Mentales (original hipótesis sobre la representación cognitiva del
significado) y poco después, en 1987, fueron publicados los trabajos de Lakoff
(1987) y de Langacker (1987) que proporcionaron los fundamentos para un
análisis cognitivo del significado y de la gramática. Estos trabajos fueron
complementados por otros que vendrían poco después, como los de Talmy (1988),
Geeraerts (1988, 1997), Taylor (1989), Sweetser (1990), o Langacker (1991), de
manera que puede decirse que desde los años noventa la lingüística cognitiva es
una disciplina completamente asentada.
La idea fundamental defendida por esta
escuela es que el lenguaje humano es un producto cognitivo de representación y
verbalización de la realidad relacionado con los demás procesos cognitivos del
pensamiento (de los que depende y con los que se integra sin solución de
continuidad), tales como la memoria, la percepción sensorial o la capacidad
para esquematizar conceptualmente la información. Esta tesis básica se compone
de una serie de axiomas, que se pueden resumir como sigue:
a. El lenguaje
no debe entenderse como un conjunto finito de reglas matemáticas (al estilo
generativista) sino como un sistema maleable e irregular, en el que no hay
límites discretos entre las distintas unidades gramaticales. En este sentido,
la lingüística cognitiva defiende la prototipicidad de las categorías, es decir
la ausencia de equivalencia total de todos los elementos de una categoría
concreta. De este modo, este modelo estudia todas las formas lingüísticas,
desde las más regulares hasta las más extrañas o periféricas.
b. La sintaxis,
la semántica y la pragmática funcionan simultáneamente y son inseparables. En
conjunto permiten la existencia de los Modelos Cognitivos Idealizados (MCI6)
que forman nuestro pensamiento, por lo que no existe una nítida separación
entre lo lingüístico y lo enciclopédico o cultural.
c. El lenguaje
es, por definición, creativo e imaginativo; el hablante interviene en su diseño
aplicando su subjetividad. Por esta razón, las metáforas y las metonimias
(lejos ya de su definición retórica tradicional), pasan a ser en este modelo
los vínculos principales entre realidad y lenguaje.
d. Por todo lo
anterior, para la lingüística cognitiva lo primordial para el funcionamiento y
desarrollo del lenguaje es el uso pragmático, la comunicación diaria entre los
hablantes. De este modo, las necesidades comunicativas, el punto de vista de
los participantes, las creencias individuales, los límites biológicos que nos
caracterizan como especie, etc., son las fuerzas y barreras que pautan la
estructuración lingüística: la necesidad es previa al uso, la función previa a
la forma y el significado previo a la abstracción gramatical.
En suma, la lingüística cognitiva es
contraria a la tesis generativista de que la gramática (la sintaxis, en
realidad) del lenguaje humano sea instintiva y modular, es decir, que sea el
producto de una macromutación genética que tuvo lugar en un breve período de
tiempo hace unos 140.000 años7. La perspectiva cognitiva también rechaza la
supuesta autonomía de la sintaxis, o lo que es lo mismo, la desconexión de ésta
de otros aspectos de la cognición. En lugar de eso, autores como J. Haiman
(1985) o T. Givón (1991) propondrán una visión icónica de la gramática, en la
que las estructuras morfosintácticas reproducen parcialmente aspectos
relacionados con la captación de la realidad (forma de ver el espacio y
comprender el tiempo, por ejemplo) o con el funcionamiento del cerebro.
Lo curioso es que pese a que la lingüística
cognitiva posee un más que notable basamento teórico y descriptivo, verificado
ya en multitud de lenguas, aún no ha propuesto demasiadas teorías sobre el
origen del lenguaje. Da la impresión, incluso, de que este problema tan
importante no esté en el programa básico de preocupaciones científicas de esta
escuela. Por esta razón, a pesar de que ya contamos con varias décadas de
tradición en lingüística cognitiva, su reflexión teórica sobre la glotogonía
aún es escasa. En consecuencia, todavía hoy la cuestión del origen del lenguaje
sigue pareciendo un asunto propio de los lingüistas generativos. No obstante,
en los últimos años diversos lingüistas cognitivos han iniciado interesantes
investigaciones en este campo, cuyas principales hipótesis revisaremos en el
apartado siguiente.
3.
Un nuevo escenario para el origen del lenguaje
Tanto la
lingüística generativa como la lingüística cognitiva son perspectivas de
inspiración psicológica; sin embargo, pese a ese denominador común, ambas
difieren en aspectos sustanciales, como ya hemos adelantado. Así, para la
escuela de Chomsky el lenguaje es un producto psicológico por el hecho de ser
procesado por el cerebro de un modo altamente especializado, mientras que para
los autores cognitivos el lenguaje es intrínsecamente psicológico por estar fusionado
con los procesos generales de la cognición. Este distinto enfoque comporta
estas tres diferencias:
Lingüística
generativa
|
Lingüística
cognitiva
|
-
La sintaxis es autónoma
-
La sintaxis es instintiva
-
El uso lingüístico es irrelevante
|
-
La sintaxis es icónica
-
La sintaxis es funcional
-
El uso lingüístico es decisivo
|
¿Hay algún modo
de compatibilizar estas dos posturas? En principio los desacuerdos entre ambas
son irresolubles, puesto que la aceptación de los fundamentos de cualquiera de
los dos modelos imposibilita casi por defecto la asunción de hipótesis
enunciadas desde el otro. Con todo, es importante insistir en que, discusiones
de detalle aparte, hay ideas en ambas perspectivas que pueden ser recuperadas y
debidamente aprovechadas10. La idea nuclear del generativismo es que el
lenguaje es instintivo y la del cognitivismo que el lenguaje es el resultado de
la interacción de patrones psicológicos, antropológicos, culturales y sociales;
aun así, hay algo que ninguna de las dos perspectivas puede negar: que existen
numerosos mecanismos cognitivos en nuestra especie que sí parecen completamente
instintivos, tales como la capacidad de comparar diferentes entidades y extraer
un patrón común, la capacidad de mentir o las habilidades de tipo social. Lo
que ocurre es que para los seguidores de Chomsky esos mecanismos son
independientes del lenguaje, mientras que los autores cognitivistas aún no han
explorado en toda su dimensión su incidencia en el desarrollo de las lenguas
naturales11. Pues bien, puede que en la interconexión entre los mecanismos
innatos y los mecanismos culturales se encuentre un camino sólido para estudiar
el origen del lenguaje.
4.
Evolución de la complejidad sintáctica: el regreso al origen del lenguaje
Numerosos autores contrarios al
generativismo han defendido que el lenguaje tuvo que evolucionar de un modo
gradual y altamente motivado, siguiendo las pautas de la selección natural de
Darwin. Esta idea ha sido aceptada, con los matices necesarios en cada caso,
por diversos lingüistas, lo que ha permitido que se hayan hecho ya algunas
propuestas interesantes. Lo que este punto de vista propone es que el lenguaje,
con toda su enorme complejidad actual, quizá no sea más que el resultado de
miles de años de evolución gracias a los cuales estructuras simbólicas muy
sencillas y motivadas se han ido transformando gradualmente en estructuras
paulatinamente más abstractas hasta llegar a un diseño tan complejo que impide
ver el camino recorrido. Este marco general de investigación es especialmente
importante porque, de demostrarse su tesis, se invalidaría de inmediato el
planteamiento chomskiano de que la sintaxis es un producto emergente ajeno a
los vaivenes de la evolución natural.
Para Chomsky, la sintaxis no puede
derivarse de ninguna necesidad comunicativa previa (la cual forzosamente habría
de estar implicada en su desarrollo) sino que debido a su fría lógica interna
tuvo que aparecer espontáneamente. En este sentido, la recursividad o capacidad
para establecer ilimitadas relaciones de jerarquía estructural entre sintagmas
y oraciones a partir de un conjunto finito de reglas transformacionales sería
su más notoria seña de identidad. Más aún: la recursividad sigue siendo la
propiedad más aparentemente inexplicable de la gramática, por lo que no es
extraño que los lingüistas situados en la órbita generativa la invoquen como
argumento de autoridad.
Sin embargo, actualmente han sido
propuestas desde la perspectiva cognitivista otras interpretaciones que anulan
esa concepción de la recursividad como si se tratara de una creación ex
nihilo. De entrada, no todas las lenguas tienen recursividad; los pidgins y
la lengua Pirahã (hablada en Australia) carecen de ella (Everett, 2005; Heine y
Kuteva, 2007: 272). Por otro lado, hay teorías cognitivas que permiten
reconstruir cómo se creó la sintaxis y su potencial recursivo, sin acudir en
ningún caso a interpretaciones exaptativas. Además, estas teorías se basan en
datos lingüísticos de tipo histórico que se pueden someter a interpretaciones
estadísticas, por lo que no sólo son plausibles, sino que también son
verificables empíricamente.
Los libros de Heine y Kuteva (2007) y Givón
(2009) son dos muestras excelentes del rumbo que está tomando la lingüística
cognitiva en relación con el origen del lenguaje13. Estos dos trabajos,
elaborados por tres de los más conspicuos representantes del modelo
cognitivo-funcional, muestran de un modo convincente que la gramática puede que
no sea más que un diseño complejo creado gracias al efecto de la evolución
comunicativa y a la interrelación de múltiples procesos psicológicos. Además,
en ambos libros se ejemplifica cada fenómeno analizado con oraciones de
numerosas lenguas.
Heine y Kuteva (2007) aplican en su trabajo
la teoría de la gramaticalización al origen del lenguaje. Como es sabido, la
teoría cognitiva de la gramaticalización se encarga de estudiar los procesos
históricos por los que las unidades léxicas libres y plenas semánticamente se
transforman con el tiempo en estructuras más abstractas (como adverbios,
marcadores discursivos o morfemas)
y las unidades
gramaticales se vuelven todavía más gramaticales. Lo interesante es que, según
han notado muchos autores, los pasos diacrónicos que conducen de lo léxico a lo
gramatical son sorprendentemente regulares, como si hubiera guiones totalmente
programados a través de los cuales las palabras se convierten en elementos
puramente funcionales.
El hecho de que los principios de la
gramaticalización sean generales y, normalmente, unidireccionales (es decir,
que una vez iniciada una cadena de gramaticalización ésta es irreversible) ha
hecho pensar que la evolución gramatical de las lenguas es más estable y
predecible de lo que siempre se había creído. Tanto es así que, aceptando una
conocida metáfora de Sweetser (1990: 10) podría decirse que una determinada
lengua en un momento sincrónico es como una partida de ajedrez a medias; aunque
no sepamos cómo se ha llegado a ese resultado podremos suponerlo si conocemos
las reglas del juego, del mismo modo que podremos imaginar cómo va a seguir
evolucionando en el futuro la partida. De este modo la teoría de la
gramaticalización ofrece pautas generales con las que reconstruir la evolución
morfosintáctica de las lenguas.
Pues bien, Heine y Kuteva (2007) han
aplicado sistemáticamente la teoría de la gramaticalización al origen de la
gramática (y, consecuentemente, de la recursividad) siguiendo esta hipótesis:
si los cambios por gramaticalización son unidireccionales, ¿podemos desandar el
camino y llegar al punto de partida original? Tras analizar procesos de cambio
morfosintáctico de unas 500 lenguas y tras contrastar los datos con diversos
principios cognitivos, Heine y Kuteva proponen que la gramática se desarrolló
siguiendo un patrón compuesto por seis estadios sucesivos, en el que la
complejidad formal fue aumentando gradualmente.
En el primer estadio, sólo habría
sustantivos. La tesis de que en la gramática primigenia sólo podría haber
nombres es perfectamente lógica, teniendo en cuenta que esta clase gramatical
es la más básica y la que más procesos de gramaticalización puede desencadenar.
En todas las lenguas los sustantivos son capaces de generar adjetivos,
adverbios, marcadores discursivos, conjunciones subordinantes y prácticamente
cualquier categoría gramatical. Por el contrario, es casi imposible que otra
categoría se transforme con el tiempo en sustantivo, lo que indica claramente
que hay un orden natural de evolución: sustantivos primero, otras categorías
después.
Tras el sustantivo es el verbo la categoría
gramatical más básica, puesto que expresa nociones elementales como son las
acciones, los estados y los procesos, por lo que es lógico que apareciera en un
segundo estadio. De hecho, Heine y Kuteva consideran que los verbos quizá se
desarrollaron casi al mismo tiempo que los sustantivos. Al igual que éstos, los
verbos son una fuente constante de otras categorías por medio de procesos de
gramaticalización, y así es frecuente que conduzcan a marcadores discursivos,
adverbios, demostrativos o marcas de voz pasiva, tal y como sucede en lenguas
como el tagalo, el vietnamita o el chino. Por tanto, en los primeros estadios
de la gramática sólo habría sustantivos para nombrar las realidades inmediatas
y, poco después, verbos para indicar qué hacen o qué les sucede a esos
sustantivos.
Una vez que una gramática básica de
sustantivos y verbos estuviera asentada, las necesidades de la comunicación
exigirían desarrollar, en un tercer estadio, otras categorías con las que
matizar la información expresada por sustantivos y verbos. De este modo,
derivados de ellos, aparecieron otras dos categorías, la de los adjetivos, que
perfilarían el significado de los sustantivos, y la de los adverbios, para
especificar cómo se comportan los verbos. Para Heine y Kuteva estas dos clases
de palabras se encuentran en un estadio intermedio porque por un lado sólo
pudieron emerger de sustantivos o verbos previos y, por otro, son ellos mismos
una fuente muy general de procesos de gramaticalización. Así, los adjetivos se
transforman con facilidad en marcadores discursivos, pronombres clíticos y
afijos, mientras que de los adverbios suelen derivarse demostrativos (como
ocurre en diversa lenguas africanas) elementos subordinantes y marcas aspectuales.
Por tanto en este tercer estadio la gramática empezó a articularse en
secuencias sintácticas más complejas, con elementos subordinados conceptualmente
a otros más prominentes en la secuencia.
En el cuarto estadio la elaboración
estructural de la frase aumenta considerablemente. Procedentes de todos los
elementos de los estadios anteriores aparecen los demostrativos, las
preposiciones, la información aspectual (el grado de perfectividad o
imperfectividad de las acciones, estados y procesos expresados por los verbos)
y los elementos de negación. Todas estas categorías sirven para expresar
información acerca de los sustantivos, verbos y adjetivos con mayor precisión,
introduciendo complementos más complejos, referencias deícticas y otros matices
expresivos. A pesar de que los elementos que aparecen en este estadio se
encuentran ya fuertemente gramaticalizados y tienen muy poco contenido léxico,
son capaces de gramaticalizarse aún más, generando otros elementos funcionales.
Así, los demostrativos pueden transformarse en pronombres, artículos y
conjunciones subordinantes tales como pronombres relativos (como ha sucedido en
lenguas como el inglés o el sueco). Las preposiciones, por su parte, se pueden
convertir en morfemas de otras palabras y en conjunciones subordinantes,
mientras que los elementos aspectuales del verbo pueden generar marcas de
temporalidad.
Por todo ello, en un quinto estadio se
produjeron los cambios sintácticos más trascendentales. Con el desarrollo de
pronombres, artículos y conjunciones surge la subordinación oracional,
entendida como la rutinización de estructuras progresivamente más abstractas.
Además, con los pronombres se puede utilizar el lenguaje por primera vez para
hablar de elementos (personas o cosas) que no están físicamente presentes en el
acto comunicativo, lo que se denomina deixis representacional o fantasmagórica
(Cifuentes Honrubia, 1989: 104). Por último, gracias al desarrollo del tiempo
verbal (evolucionado a partir del aspecto16) surge el desplazamiento cognitivo,
es decir, el hecho de poder hablar explícitamente del pasado y del futuro y no
sólo del presente. Las categorías de este estadio, como se ve, están ya
fuertemente gramaticalizadas; aun así, algunos elementos aún pueden
gramaticalizarse más.
Finalmente, en el estadio seis la gramática
alcanzaría su diseño más sofisticado con el desarrollo de la modalidad deóntica
(expresión de la obligatoriedad), la modalidad epistémica (expresión del
conocimiento), la diátesis pasiva y la subordinación adverbial. Por ejemplo,
como se puede apreciar en vasco, ciertos pronombres se pueden gramaticalizar
hasta convertirse en marcas de pasividad. En definitiva, la propuesta de Heine
y Kuteva muestra cómo pudo ir desarrollándose la gramática de una manera
progresiva; desde los primeros momentos en que sólo había sustantivos y verbos,
se fue pasando a estadios paulatinamente más complejos, y aparecieron poco a
poco elementos más funcionales (gramaticalizados siempre a partir de los elementos
anteriores) que ajustaron cada vez más la estructuración morfosintáctica. Así,
de una sintaxis compuesta únicamente por sustantivos que equivalían a oraciones
enteras, se pasó a una sintaxis telegráfica de sustantivos y verbos; después
otros elementos aparecieron para matizar semánticamente a los núcleos nominales
y verbales y, una vez con sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios, la
gramaticalización tomó nuevos caminos mucho más abstractos, lo que permitió que
se desarrollara la recursividad sintáctica. Con todo, es importante insistir en
que esta interpretación de Heine y Kuteva permite imaginar cómo se desarrolló
la gramática, pero no predice cuándo aparecieron en la mente del Homo
sapiens las necesidades comunicativas que habrían de gramaticalizarse
después. Dicho de otro modo: una cosa es determinar de qué categorías proceden
los adverbios de negación, por ejemplo, y otra averiguar cuándo tuvieron
nuestros antepasados conciencia mental del significado NEGACIÓN, que
naturalmente fue antes que la codificación efectiva de ese contenido en forma
de adverbio17.
Por su parte, Givón (2009) lleva a cabo un
interesante análisis de la recursividad oracional. Para este autor la
complejidad gramatical está unida a los procesos generales de la evolución
humana y, por ello, no es ajena a las pautas de la evolución darwinista. Para
Givón el origen de la complejidad sintáctica debe analizarse en tres dominios
distintos, a saber:
a. La diacronía:
Para entender cómo se desarrolló la complejidad sintáctica se debe analizar la
sintaxis histórica de las lenguas actuales.
b. La ontogenia:
Los procesos de adquisición lingüística por parte de los niños pueden revelar
información básica sobre el desarrollo de la sintaxis en el origen del lenguaje.
c. La filogenia:
Las aspectos generales de la evolución humana en términos biológicos resultan indispensables
para reconstruir el desarrollo de la sintaxis, puesto que los mecanismos
cognitivos y neurológicos (previos al lenguaje y relacionados con él) tuvieron
que influir necesariamente en el desarrollo de ésta.
Tendiendo puentes entre estos tres
dominios, Givón presenta la sintaxis humana como el resultado de la paulatina
elaboración de unas necesidades comunicativas que encontraron en la mente de
los hablantes y en su configuración biológica todo lo necesario para
desarrollarse; nuestros antepasados construyeron el lenguaje apoyándose en su
sistema neurocognitivo, que les permitía usar la memoria para recordar palabras
(los elementos, como en la teoría de Heine y Kuteva, más antiguos y primarios),
representar mentalmente eventos, y encadenar conceptualmente con el paso del
tiempo dichos eventos en estructuras con mayor condensación informativa, como
las oraciones subordinadas. Además, la necesidad de transmitir esos contenidos
a otros individuos de la especie de un modo rápido hizo que esa capacidad de
representación de la realidad se afianzara psicológicamente.
A ello debió de ayudar el entramado
neurológico que controla la percepción visual; hoy se sabe que ésta se procesa
en el cerebro en dos zonas diferentes (muy próximas a las áreas de Broca y Wernicke,
las zonas corticales más importantes para el procesamiento lingüístico), una
para la visión de objetos y otra para la comprensión de la movilidad espacial,
y quizá aquí se halle el soporte para la configuración básica de las oraciones,
puesto que se ha demostrado que ambas zonas se activan mutuamente: el cerebro
comprende las palabras (objetos de la realidad) y simultáneamente comprende que
éstas se relacionan con acciones verbales (objetos en movimiento). Por tanto,
el desarrollo gradual de la complejidad sintáctica fue posible porque el diseño
del cerebro permitió y aun reforzó que así ocurriera.
En suma, para Givón el lenguaje es el
producto de la adecuación simultánea de múltiples factores, lo que lo convierte
en un diseño altamente complejo. Con todo, por peculiar que pueda parecer la
gramática de las lenguas, numerosos datos procedentes de los tres dominios
antes mencionados permiten defender la tesis de que el lenguaje tuvo que
crearse siguiendo los mismos principios evolutivos que los demás sistemas
complejos de la naturaleza: los de la selección natural.
Además, los
lingüistas cognitivos hacen suyo en relación al origen del lenguaje el
principio teórico del actualismo (utilizado sobre todo en paleontología), que
entiende que los fenómenos que hoy pueden observarse tal vez sean semejantes a
los fenómenos del pasado; así, los procesos de gramaticalización que se dan en
todas las lenguas y que documentamos desde que existe la escritura o las fases
de aprendizaje lingüístico de los niños quizá nos muestren, a pequeña escala, los
lentos pasos que condujeron al nacimiento del lenguaje.
5.
Algunas conclusiones
Estas breves
notas sobre qué es la lingüística cognitiva, en qué se diferencia de la
gramática generativa y cuáles son algunas de las investigaciones actuales sobre
el origen del lenguaje desde su ámbito teórico nos permiten extraer algunas
conclusiones:
a. El lenguaje
humano tuvo que aparecer motivado por el uso comunicativo, y no por un cambio
repentino y casual.
b. En la
emergencia de las primeras formas lingüísticas, que tuvieron que ser palabras
aisladas con un contenido equivalente al de una oración simple, fueron
decisivos los engranajes cognitivos previos (compartidos en muchos casos con
los primates actuales), los cuales condicionaron sin duda el ulterior diseño
del lenguaje. Además, todo apunta a que buena parte de esos principios
cognitivos son instintivos.
c. La
recursividad de la sintaxis (el elemento más opaco del lenguaje) debió de
originarse con el paso del tiempo tomando como punto de arranque las primeras
palabras aisladas. En este sentido, la lingüística cognitiva se sitúa junto a
la biología darwinista para explicar el desarrollo de la capacidad lingüística,
siendo la teoría de la gramaticalización una de las propuestas más sólidas para
reconstruir, paso a paso, cómo evolucionó el lenguaje humano desde esas
palabras iníciales.
d. De lo
anterior se deriva que no es necesario acudir a los conceptos generativistas de
estructura profunda y estructura superficial; toda oración es siempre una
conceptualización (en un sentido esencialista) y, por ello, una forma de
pensamiento. De este modo, la sintaxis no se volvió compleja porque actuaron
reglas gramaticales repentinas, sino que se volvió más elaborada a medida que
el pensamiento del Homo sapiens fue adquiriendo más capacidad
simbólica y, con ella, un mayor impulso para expresar ideas cada vez más ricas.
e. En última instancia, las pruebas empíricas que demuestren cómo comenzó el lenguaje,
han de proceder de dos lugares distintos, según el enfoque que se adopte. Así,
la demostración de la hipótesis generativista se debería confirmar desde la
biología y la genética, mientras que los postulados cognitivo-funcionales se
verifican en el propio sistema lingüístico. Teniendo en cuenta que ya se han
encontrado indicios tangibles en este último terreno (procesos de
gramaticalización en cientos de lenguas, observaciones sobre el habla infantil,
configuración del significado…), todo apunta a que la lingüística cognitiva
marcha, en lo referente al origen del lenguaje, por buen camino.